lunes, 12 de agosto de 2013

Madrid + Melancolía

Andaba por ahí recordando mi reciente viaje por España... y no podía dejar de echar de menos a Madrid, esa ciudad que tanto me dió y tanto me llenó...!!! Y de repente encuentro estos dos terminos en el diccionario Sabinero:

MADRID: "Hollywood, Las Vegas, Babilonia, Samarkanda, Shangri La, el centro geométrico de la nada, la quimera de un niño de provincias, allá donde se cruzan los caminos, Chicote, Rockola, Lavapiés, el Café Gijón, el Museo del Prado, la tuna de Veterinaria, la Cibeles sin mano, Neptuno con tridente, la Mariblanca, Malasaña, Goya, Velázquez, Almodóvar, Antonio López, la Mandrágora, Casa Lucio, el Hotel Palace, los pollos de Mingo, los callos de Maxi, putas, castizos, ‘yuppies’, subsecretarios. No pasarán".-

MELANCOLÍA: "Calle donde vivo, enfermedad incurable, territorio donde crecen las más hermosas canciones, los versos más exquisitos, mejor que la tristeza, mejor que la alegría, cerradura de la llave de los sueños, hombro donde apoyar la cabeza, lágrima furtiva, patria de don nadie, casa del viudo, río de los que no saben nadar, malo conocido, ojo del ciego, brazo del manco, oído del sordo, nostalgia del futuro".

-Diccionario sabinero, Ciudad Sabina-

lunes, 5 de agosto de 2013

✈- Vuelo sin mapa ✈-

Ella era el avión. Tendida en la noche, volaba.

De pronto, se dio cuenta de que había perdido el rumbo, y ni siquiera recordaba adónde debía ir.


A los pasajeros, los pasajeros que su cuerpo contenía, no les importaba nada ese despiste. Todos estaban muy ocupados bebiendo, comiendo, fumando, charlando y bailando, porque en el avión de su cuerpo había espacio de sobra, sonaba buena música y nada estaba prohibido.

Tampoco ella estaba preocupada. Había olvidado su destino, pero las alas, sus brazos desplegados, rozaban la luna y giraban entre las estrellas, dando vueltas por el cielo, y era muy divertido eso de andar atravesando la noche hacia ningún lugar.

Helena despertó en la cama, en el aeropuerto.
                                                                                                                       Eduardo Galeano

domingo, 4 de agosto de 2013

Embriáguense

Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: ésta es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso.

Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense.

Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida ustedes se despiertan pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán:

“¡Es hora de embriagarse!"
Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo,
¡embriáguense, embriáguense sin cesar!
De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.
Charles Baudelaire